Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

viernes, 30 de septiembre de 2005

Pesadilla en Calcuta


Ya sólo estábamos cuatro y las cuatro nos dirigimos hacia la Mother House donde habíamos quedado con otros voluntarios para asistir a la inauguración de ‘Un ladrillo en Calcuta’, un proyecto impulsado por un grupo de españoles que consistía en la construcción de un hogar para niños de la calle. Estaba lejos y tuvimos que lidiar una vez más con la congestión de un tráfico irrespirable. Lo pasé mal. Ahora sé perfectamente lo que es la contaminación exagerada y la dificultad para respirar. No pude disfrutar del acto inaugural porque la fiebre iba subiendo y lo único que quería era dormir. Mariví yo decidimos en aquel mismo lugar que teníamos que huir de Calcuta. Nuestro destino sería Darjeeling, y Alicia se sumó a nosotras. El regreso al hotel fue una auténtica pesadilla. Me encontraba tan mal que me pasé todo el viaje durmiendo, ajena al humo, a los pitidos y a los constantes acelerones y frenazos.

No fui la única en caer enferma en Calcuta. De hecho, una de las conversaciones más frecuentes con los voluntarios se centraba en la salud. Hubo quienes cogieron la malaria, otros el dengue, y quienes menos una diarrea severa. Los peores tuvieron que estar hospitalizados en alguno de los centros privados, porque los públicos no superaban ningún tipo de medida higiénica. Mi día transcurrió durmiendo. Era lo único que me permitía los 39 grados de temperatura. Quizá era la alerta de mi cuerpo a tanta miseria humana.

Me desperté mejor, pero no con las suficientes fuerzas como para ir a trabajar a los centros. Algo parecido le ocurrió a Mariví. Alicia y Olga, en cambio, sí estaban en condiciones. Cuando regresaron nos fuimos a comer y a buscar el billete para Darjeeling. No resultó fácil porque la fiesta de la Durga Puja, la más famosa de Calcuta, motivaba un sinfín de desplazamientos de los indios. Al final, logramos plaza en segunda clase con aire acondicionado para las cuatro por algo más de 20 euros. La tarde la dediqué a enviar e-mail en uno de los incontables ciber que existen en Sudder y aledaños. Además, una llamada de teléfono de unos diez minutos a España tan sólo cuesta dos euros. Una auténtica ganga. Mariví estaba enferma, Alicia tenía las fuerzas justas y sólo Olga parecía haberse salvado de los problemas gastrointestinales y febriles.

Por Mar Peláez

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