Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

sábado, 12 de agosto de 2000

Arequipa, la ciudad blanca

Ciudad colonial y muy acogedora. Se la conoce como la ciudad blanca, por el color de la piedra de las casas, de origen volcánico. Es una zona de alto riesgo de sismos y en todos los lugares están expuestas las recomendaciones para los casos de terremotos. De hecho, todos los días del año se producen pequeños temblores imperceptibles. Allí nació el escritor Vargas Llosa.

El primer día visitamos el centro de la ciudad. Y cómo no, la Plaza de Armas, con su bonita catedral y sus dos torres. En los lugares públicos, incluido casi todos los bares, ya estaba prohibido fumar en el año 2000. Eso sí, si les pides un cenicero a los camareros no te lo niegan. Los taxis son una ganga si negocias el precio antes de subirte. Eran las fiestas de Arequipa y como estábamos en familia nos fuimos con Catia, su hermana y sus sobrinos a un encuentro internacional de tunas. El espectáculo resultó aburridísimo, pero al mismo tiempo nos echamos unas risas… Probamos los anticuchos (pinchos de corazón de ternera).

Al día siguiente fuimos a una agencia de viajes para comprar los billetes de autocar y reservar los hoteles para la siguiente parte del viaje. Después visitamos el centro artesano Fundo el Fierro, un mercadillo con tiendas y puestos relativamente baratos. El regateo es requisito imprescindible y los productos que venden de artesanía difieren en algo de los del resto del recorrido por Perú.

Por la noche fuimos a un concierto de tecnocumbia en el recinto ferial de la Cerveza. Miles de personas se daban cita allí. Tuvimos que pasar hasta tres controles, donde te cacheaban para impedir que no metieras bebidas ni objetos punzantes. El año anterior había habido altercados y una personas había muerto. No me extraña, la manera de beber compulsiva que tienen no es para menos. Amontonan los vasos de chachis uno encima de otros y los exhiben como trofeos, como si se ganaran un premio por ser el más bebedor.

El concierto era aburridísimo. El artista final, Ráfaga, era el más esperado y los peruanos coreaban sus canciones. Su luna, luna, luna, llegaría más tarde a España. Ir al servicio se convertía en una odisea. Los empujones para entrar y salir eran constantes. Y allí estábamos nosotros intentado salir del servicio. A la salida fue materialmente imposible coger un taxi, así que anduvimos y anduvimos hasta que lo logramos.
No nos podíamos ir de Arequipa sin visitar el convento de Santa Catalina, un edificio de estilo auténticamente español, colonial. Muy bonito por su colorido azul, naranja, blanco. El barrio en el que la familia de Catia vive es residencial, aunque está muy próximo al centro de la ciudad. Está cerca del mirador de… un nombre muy raro que no recuerdo, pero que es muy interesante por la vista que tiene.
Teníamos pensado visitar el impresionante Cañón del Colca, para ver el Mirador del Cóndor, donde se puede contemplar el espectacular vuelo del cóndor, pero no pudimos. Como agradecimiento a la hospitalidad de la familia de Catia les invitamos a comer en una picantería, llamada Tradición Arequipeña en la calle Comandante Ganga 112. Sé que hay uno en el centro, pero es mucho mejor al que fuimos nosotros que estaba en un barrio. La comida resultó una ganga, menos de 10.000 pesetas para 15 personas, y nos pusimos finos de comida.

No hay comentarios: