Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

jueves, 10 de agosto de 2000

Sorpresas en el 'desierto'

Nos levantamos a las 6.30 de la mañana. Nuestro destino era salir de Pisco hacia la Reserva Nacional de Paracas para visitar las Islas Ballestas. Esta reserva está situada en el territorio de las provincias de Pisco e Ica, pertenecientes al departamento de Ica. Presenta una extensión de 117.406 hectáreas terrestres, que incluyen la isla de San Gallán, y 217.594 hectáreas marinas. Cuenta con una vegetación característica de clima desértico. Predominan los lobos marinos, los chingungo o gato marino, los pingüinos y muchas especies de cangrejos y aves, especialmente pelícanos. Las aves carroñeras están encabezadas por el majestuoso cóndor. Este área protegida albergó una milenaria cultura, famosa por sus tejidos multicolores y cerámicas, conocida como cultura de Paracas.

En el embarcadero del hotel de Paracas (de lujo) se toma una motora que te lleva después de una media hora a ver las islas repletas, repletas, de focas, leones marinos, pingüinos y miles de aves, que depositan su güano en las rocas. Los delfines nos acompañaron durante todo el paseo. El ruido de los leones marinos resulta ensordecedor, pero la vista impactante. En el trayecto se observa la misteriosa figura del Candelabro, que sólo puede verse desde el mar. Un montón de fotos a las focas y de vuelta. Con el agua en la cara durante todo el trayecto regresamos a Paracas, donde nos esperaba Coco para coger de nuevo la Panamericana dirección Ica.


La cadena montañosa costanera, que sigue aproximadamente el trazado de la costa, tiene elevaciones discretas, culminando en el cerro Criterión, a 1.200 metros junto a otras altitudes aisladas como el Morro Quemado. El relieve se dispone de modo simple como una rampa descendente hacia el mar. La sequedad del clima es tal que domina los desiertos en sus formas de pampas.

Llegamos a la hora de comer a Ica. Es una ciudad de mayor tamaño que Pisco, con mucho movimiento de gente, de tráfico y carteles publicitarios. Visitamos el Museo Antropológico de Ica, un recorrido por las culturas preincas e incas, con momias, calaveras, fardos funerarios. En el exterior se puede ver una reproducción de las líneas de Nazca. A pocos kilómetros de Ica se encuentra el magnífico paisaje de dunas: el ‘desierto de América’, Huacachina. Montañas de arena y un oasis de agua dulce. La gente sube por las dunas y se desliza como si esquiaran. Sirven de contraste con la aridez general los valles de los ríos Ica y Pisco, y de menor importancia los del Chincha y Grande

De nuevo a la combi. En el recorrido la policía, apostada en la nada del desierto, nos paró cinco veces para recaudar unas cuantas monedas, cigarrillos o refrescos. Cualquier cosa. Son conocidos como los tragamonedas. Su sueldo es tan bajo y están tan aburridos en pleno desierto... Te pueden decir desde que tienes la mitad de la combi con los cristales tintados y el resto no, y eso para ellos estaba prohibido, o que llevabas las ventanillas para abajo. Cualquier excusa es buena para reclamarte dinero. Las pintadas en las casas o tapias de todo el recorrido eran un reclamo publicitario de Toledo o de cualquier otro aspirante a gobernar la República.

Atravesamos el Valle de Jauja, Riogrande y Sacramento. Lugares minúsculos con muchos puestos de naranjas y mandarinas. Dos horas de viaje por el desierto que cruza la Panamericana y llegamos a Nazca con mucha expectación.

La ciudad es mundialmente famosa por haber acogido en su territorio a la llamada cultura Nazca, una cultura preincaica cuyo máximo apogeo se produjo entre los siglos II a.C. y VI d.C, Destacó por su cerámica de figuras simbólicas y estilizadas, en la que el colorido domina al dibujo, por lo que es considerada la mejor cerámica pictórica de la América precolombina. También son importantes los acueductos subterráneos y las figuras, denominadas líneas de Nazca, que sólo son apreciables desde el aire. Supuestamente estas figuras constituyen un importante calendario agrícola que aún no ha sido posible descifrar.

Son una serie de figuras artísticas de dimensiones gigantes y formas perfectas, situadas en las áridas estribaciones de la cordillera de los Andes, que miran hacia el cielo a lo largo de cientos de metros. Fueron excavadas en la llanura rocosa y sin agua de Nazca hace más de 1.000 años por una cultura, anterior al poderoso Imperio inca, llamada Nazca, que vivió en esta región entre los años 100 y 800 de nuestra era. Se extienden por unos 500 km2 de pampa. Fueron descubiertas por el arqueólogo Paul Kosok.

Las figuras, que el hombre moderno no vio hasta que un aviador peruano las redescubrió en 1927, representan enormes aves, flores, lagartos y otras criaturas importantes para aquella antigua civilización. Estos seres están entrelazados y mezclados con enormes rectángulos y explosiones de estrellas de líneas perfectas, cuyo centro de emisión se sitúa en puntos centrales y va hasta las colinas cercanas. No se sabe cómo, ni porqué, se construyeron, lo que constituye uno de los misterios más grandes de la arqueología moderna.

En los últimos años, los análisis científicos que se han llevado a cabo sobre las enigmáticas líneas de Nazca han permitido dejar de lado las especulaciones sobre sus orígenes. Algunas de las propuestas más fantásticas se han descartado, como la que defendía que las líneas eran pistas de aterrizaje y de despegue para las naves extraterrestres u otra que afirmaba que eran gigantescos planos de instalaciones textiles trazados en el suelo.

Una de las primeras personas en estudiar estas líneas, María Reich, estableció una teoría, según la cual, las líneas ayudaban a las tribus antiguas a estudiar las estrellas y a predecir las estaciones. Sin embargo, análisis realizados por ordenador han demostrado que no existe una correlación consistente con la posición del Sol ni de las estrellas.

Los antropólogos han recurrido a los pueblos indígenas de la Cordillera de los Andes para intentar descubrir la función original de las líneas. La cultura de algunos grupos modernos incorpora tanto prácticas y creencias precristianas como actuales. Se siguen practicando algunos rituales antiguos, como el culto a las deidades del agua y de las montañas.

También se dice que pudieran ser construidas como altares y lugares de peregrinación, como parte de un complejo ritual que conectaría la vida diaria con el flujo de las aguas subterráneas. Quizá nunca se sepa la relación exacta entre estas líneas y los fenómenos naturales, ya que quedan pocas pruebas de presencia humana cerca de ellas. Estas líneas y jeroglíficos fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1994.

Directamente nos trasladamos al mini aeropuerto para sobrevolar las líneas. Tras declarar nuestro peso y pagar los derechos de uso del aeropuerto, conocimos a Martín, nuestro piloto de la avioneta. Desde el aire, las líneas no se ven nítidas, al menos al principio, porque hay excesivas líneas en todo el terreno. Pero poco a poco la vista se va agudizando y ya resulta muy fácil distinguir el mono, el águila, el extraterrestre… El piloto marca cada línea con el ala de la avioneta y gira 360 grados sobre ese punto. Vislumbramos al fondo la Panamericana y un paisaje árido con montañas peladas. Tras 30 escasos minutos de paseo aéreo aterrizamos. Impresionante es la palabra que mejor define la vista.

Coco nos animó a que visitáramos el cementerio de Chauchilla, un cementerio del periodo Nazca inicial, en el que aún se conservan un montón de tumbas abiertas con momias de pelo y uñas largísimas y sentadas, como era preceptivo, mirando hacia el sol. Se podía adivinar a qué clan pertenecía por el ajuar y por el tamaño de las tumbas.
Volvimos a Nazca, una ciudad de unos 40.000 habitantes, a 444 kilómetros al sur de Lima y a 588 metros de altitud. Tras visitar tres hoteles nos decantamos por el Hostal Dos Agucho ***, un precioso hotelito de planta baja, con una especie de apartamentitos encantadores y con jardines de cactus. En Perú hay restaurantes que se llaman Chifa, una mezcla de comida peruana y japonesa, bastante caros. Después de cenar nos dirigimos al bar el Portón para ver un concierto de música tradicional peruana. Invitamos a Coco a unas copas y pudimos conocer algo más de su vida y de la forma de vivir de los peruanos a los que no les sobra el dinero

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