Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

jueves, 16 de septiembre de 2004

Amarga despedida de las Huastecas

Durmiendo. Mi estómago fue el que dio la voz de alarma, la primera vez desde que llegué a México. Recogimos nuestro equipaje y lo llevamos a la iglesia. Unos buenos cubetazos para despertarnos y a charlar con Pedro. Tener una conversación temprana y tan interesante y encima escuchar de fondo a Maná no tenía precio. En la galera de enfrente muchas personas mantenían una reunión, estaban deliberando sobre qué hacer con los jóvenes que en la noche anterior habían protagonizado unos mínimos incidentes.
El desayuno volvió a ser en la caseta central. Allí recogería las declaraciones de un profesor y de Gabriel, de FEDOMEZ (Frente Democrático Oriental de México Emiliano Zapata)

GABRIEL nos habla del frente. “Nace a raíz de los problemas de 1976 cuando que nos enfrentamos por nuestras tierras. Como indígenas de las huastecas llevábamos nuestras demandas al Gobierno, pero las peticiones no eran tomadas en cuenta. Los pueblos optan entonces por la vía de los hechos. En 1976 tiene lugar en Hidalgo la primera toma de tierras. Hubo intentos de desalojos por parte del Gobierno y de los caciques. Pero los pueblos ya estábamos unidos. En 1976 matan a tres compañeros de 14 de mayo. Luego se forma el OIPU, organización independiente de pueblos unidos de la Huasteca, abajo. Arriba, Campesinos unidos sierra oriental. Luego nace otra en Veracruz, El Comité agrario del norte de Veracruz Emiliano Zapata”.

“Se forma una comisión tripartita, compuesta por Gobierno, caciques y campesinos. El Gobierno intenta soborna a los representantes de los pueblos, pero no lo logra y, el Gobierno mete animales en las milpas. Nos unimos para sacar el ganado y a los vaqueros (pistoleros de los ricos) Todo aquel que lleva un machete corto, lo echan. Si era viejo le echaban. La gente más despierta se defendía y tomaba decisiones y vino la lucha espontánea y los compañeros. Ya éramos 5.000 campesinos. Los ricos reclamaban las tierras, pero la gente se puso en pie de lucha. Fue corto pero muy duro. Hubo perseguidos, torturados, muertos. En 1980 se da represión más fuerte y selectiva. Bajan 20.000 soldados de Hidalgo a reprimir a los psicólogos. Entraron en la comunidad y agarraron a 500 indígenas”.

“Nos abrimos más a nivel político, Invitamos a las universidades, a los colegiales y a medios de comunicación para dar a conocer la represión en la Huasteca. Tuvimos mucho contacto con otras organizaciones. Incluso hubo un representante de DDHH en Francia que se fue a hablar con autoridades en Pachuca. Pasaron entre 6 y 9 meses encarcelados, pero salieron, algunos lisiados. Recuperamos 45.000 hectáreas de la huasteca”.

“Se regularizan las tierras. En 1980 matan a cuatro compañeros en Huautla. Ve que tenemos la fuerza. El Gobierno creó una organización Unión regional de Ejidos de la Huasteca de Hidalgo, para contrarrestar nuestra organización”. La gente no preparada políticamente se dejó comprar por el gobierno, con tractores… No dependemos de ningún partido. No votamos, pero nos dimos cuenta que el pueblo sí lo hacía para que le dieran cosas”.

“Dimos cursos de capacitación para que la gente se uniese. El Gobierno pone trabas porque se dio cuenta de que no podía con el movimiento y viene con programas. Crédito de la palabra. Niños becados, niños en solidaridad, procampo, progresa, oportunidades, procede”.

“La última toma de tierra se produjo en 1984 en Chalma. La represión fue tremenda. Un rico tenía 550 hectáreas de primera y 1.000 cabezas de ganado. La gente los sacó. En ese momento entró el ejército y llegaron los helicópteros”.
“El Gobierno abre su política y comienza a regularizar las tierras. Dieron 23.000 millones de pesos en regadío pero no funcionó. Era el más grande de América. Hacen carreteras por todos los pueblos y clínicas para 700 habitantes. Estaban equipadas, pero se terminaron las medicinas. Mandaron sólo médicos practicantes. Los indígenas no nos lo merecemos. Los niños se nos mueren de diarreas, de calentura”.

“El Gobierno hace todo lo posible por llevarse a la gente, pero no le da recursos. Entrega recursos para llevarse a la gente. Los programas son como una guerra de baja intensidad. Les decimos que cojan todo lo que les dan, pero que no les den nada a cambio”.

“En 1986 se crea el frente. No nos podíamos quedar fuera de los partidos. Podemos apoyar al PRD para no estar aislados, pero sin afiliarnos. Llegamos a lanzar un candidato como PRD pero era de Fedomez. Coincidimos en las demandas, pero no en las formas de hacerlo. Sus demandas son mejores viviendas, legalización de tierras, restitución de los bienes públicos, obras sociales, agua entubada, maestros, galeras públicas, medicamentos y médicos”.

“Vivimos en un ejido de 500 hectáreas. Se usa como bien común, no está escriturado. El Gobierno quería meter el Procede, pero no lo aceptamos porque supondría perder el concepto de ejido y eso desune. Fedomez quiso negociar, pero el Gobierno hizo caso omiso”.

“A partir de los años 80, el Gobierno comenzó a extender una red de espionaje, eran los orejas del Gobierno. El sueldo de un soldado alcanza los 4.600 pesos al mes, mientras que el de un maestro no supera los 4.000 pesos al mes y el sueldo mínimo apenas llega a 1.300 pesos al mes. A 10 minutos, en carro, hay un campamento. Estamos militarizados. Pasan tres veces al día, hacen un retén, te preguntan, te toman las placas, meten miedo a las mujeres. Lo hemos abordado con el Gobierno del Estado”.

Hubiera resultado de gran utilidad haber mantenido esta conversación con Gabriel o con cualquier otro del frente nada más llegar a la Huasteca porque así habríamos tenido una visión global desde el principio. Comenzó en ese momento nuestro dilema. Nos quedaba ya muy poco tiempo en la fiesta y queríamos aprovecharlo al máximo. Debíamos irnos a las 14 horas en el autocar hacia Huejutla porque nuestra intención era llegar el domingo a Oaxaca y poder visitar en la cárcel a los presos de Loxichas. Nos perderíamos entonces el rodeo o jaripeo y los bailes tradicionales. Toda una pena. Pero había que elegir.

Optamos primero por despedirnos y dar las gracias a todas las comunidades que nos habían alojado y dado de comer con tanta generosidad. No encontrábamos las palabras porque era mucho nuestro agradecimiento. Las lágrimas estuvieron en muchos instantes a punto de rodar por nuestras mejillas.

Felipe fue nuestro último interlocutor. El es el médico que hizo posible hace ya seis años el proyecto belga de capacitación en Atención Primaria. Destacaba entre todos los indígenas mucho más que nosotras, tan blanco de piel y pelirrojo.

FELIPE. Este médico belga de Capás llegó a finales de 1997 para ver las necesidades de salud de la zona y realizó un proyecto. Regresó un año después con un proyecto de Atención Primaria. La idea era dar formación a los indígenas. Como no había metodología hecha, lo primero que tuvo que hacer fue elaborar unos manuales que “se fueron mejorando”. El primer manual de atención primaria consistía en conseguir que desde los síntomas se llegara a saber cuál era la enfermedad.

La gente elige al asistente, le paga su pasaje para los cursos, le ayudan en la milpa. Empezaron en nueve comunidades de Benito Juárez, de Madero, de Veracruz y esta comunidad, Tohuaco.

Muchos sólo llegaron al primer curso porque no confiaban en el proyecto. Comenzaron a hacerlo cuando se construyó la primera casa de salud en Juárez. Los cursos duraban ocho días. El primera sobre la enfermedad, el segundo sobre el diagnóstico. El tercer curso versó sobre salud de México y mundial. Cinco días teoría y tres de práctica. El último curso fue de prevención, ya que es necesario que enseñen cosas al paciente. Ahora trabajan 20 asistentes de salud, aunque hay más capacitados que lo han ido abandonando.

“El Gobierno quiere que cada pueblo tenga su casa de salud, pero no es viable”. En la zona de la Huasteca viven 5.000 personas y hay siete casas de salud. Consiguen las medicinas más baratas, pero “el paciente paga por su enfermedad”. “Como Fedomez quiere otro tipo de sociedad, ideamos que hubiera una cuota al año por familia (50 pesos). El primer año se les pidió 20 pesos, el segundo 20 y este 50. Es el primer año que pagan, pero algunos no quieren. Hicimos dos teatrillos para explicar sus necesidades”.

“Necesitamos aspirinas, paracetamol, antibióticos…, lo elemental”. Empezamos como Comisión de salud en colaboración con la Limeddh, pero después de dos años hicimos una asociación civil para estar más cerca de los problemas de estas personas”, concluye Felipe.

Nos dimos una vuelta por la campa para saludar a María Félix, nuestra anfitriona, que en esos momentos había aprovechado para pasar consulta bajo una palapa, y a hablar con dos ancianitos que nos pedían medicamentos porque a su mujer le dolían mucho los oídos. Sólo pudimos remitirles a los asistentes de salud. Y aquí se acabó todo. Al menos todo nuestro contacto con las comunidades indígenas de la Huasteca de Hidalgo. Cogimos las mochilas y caminamos por la misma explanada que hacía tan sólo dos días nos había sorprendido. La fiesta se interrumpió mientras nosotras nos alejábamos hacia el autocar. Fue verdaderamente muy emocionante ver sus caras y ver cómo con sus manos se despedían de nosotras.

Tras unos minutos ensimismadas en nuestras sensaciones, comenzamos a hablar como unas locas. El autocar estaba cochambroso. Costaba 19 pesos. Pedro iba a nuestro lado porque él también tenía que llegar ese día a Huejutla. Una hora después llegamos todos, después de pasar por Huautla, localidad de la que habíamos oído hablar mucho. El calor en Huejutla era insoportable y nos costó mucho llegar a la sede de la Coddhso. Llamamos a nuestras casas (120 pesos una llamada de seis minutos a un móvil). Una ducha maravillosa y a esperar a que llegara Pedro para ver si el carro de Adrián estaba ya arreglado o no. De eso dependía el cómo íbamos a volver a DF. El objetivo era que nosotras transportáramos el coche hasta DF, pero no estaba listo y tuvimos que coger un autocar. Pedro me dio el listado de muertos y desaparecidos en las Huastecas en los últimos 20 o 30 años. Escalofriantes cifras.

La despedida con Pedro fue muy emotiva. Me hubiera gustado expresarle las sensaciones que me había causado haber conocido a ese hombre achuchable. A mis compañeras les dije en varias ocasiones, en broma, que me encantaría llevarme a Pedro a mi casa. Un hombre así en mi entorno sería un buen bálsamo para discernir entre los problemas importantes y las tonterías. Un taxi nos separó de la sede de la Coddhso en dirección a la terminal de autobuses.

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