Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

martes, 7 de septiembre de 2004

Problemas bajo el Popo

Tras dar un breve paseo por el pueblo y acercarnos a la plaza para contemplar más de cerca el Popo, desayunamos huevos con jamón para irnos a visitar la granja de avestruces. En el desayuno, Gabriel y yo intercambiamos impresiones sobre el machismo y la diferencia entre libertad y libertinaje de las mujeres. Para él no hay ninguna y no hubo manera de hacerle cambiar de opinión. Ahí Gabriel ahondó en el tema de su proyecto y nos explicó con todo lujo de detalles los beneficios que ofrece una granja de avestruces. Su mujer lo debe saber muy bien porque estaba de viaje, junto a “gente del Gobierno”, los enemigos de Gabriel, por Europa para promocionar un proyecto que aún está en ciernes. Los lazos comerciales que ha establecido su mujer son tan amplios y tan bien articulados que le llueven los pedidos. Toneladas de carne, cientos de huevos decorados, polluelos... “Pero si de momento sólo tengo 14 avestruces”, se quejaba Gabriel un tanto desesperado por la “buena relaciones públicas” de su esposa y porque “esté empezando el negocio por arriba y no por abajo”. “En dos años podríamos abastecer, pero ahora no”. La situación resultaba cómica si no fuera porque a Gabriel no le hacía ninguna gracia.

Toda una clase magistral sobre los avestruces y sus múltiples aplicaciones. “Los primeros huevos son infértiles y los son, además, el 15% de todos los que ponen. En 14 días se puede ver si está fecundado o no. Cada año fecundan entre 80 y 100 huevos. A partir de los dos años y medio pueden reproducirse. Tienen dos periodos de puesta al año. Un avestruz cuesta 6.000 pesos, un polluelo de un mes, 1.000 pesos. Viven 70 años. Nos enseñó qué fabricaba con las cáscaras de los huevos y con los huesos del animal.

Una hora larga estuvimos hablando con Gabriel en la granja, mientras dábamos de comer a los avestruces y observábamos el mal genio de esos aparentemente inofensivos animales. Aceptamos la invitación de Gabriel de pasar el día en el cerro Teotón. Ascendimos entre la milpa (plantación de maíz) para contemplar una amplia vista del pueblo y de los pueblos de la comarca. Adquirimos en la tienda galletas y refrescos que constituirían nuestra comida y charlamos con varios vecinos. Arriba, en la ermita, se escuchaba de fondo música de tambores que daban un ambiente muy bucólico a nuestra conversación con este tranquilo e ilustrativo Gabriel, un hombre de una lucha continua y desaforada por la defensa de los derechos humanos.

Arriba en el Cerro, justo frente al Popo, se respiraba un ambiente mágico. La conversación intensa con Gabriel ayudaba. Nos pasamos allí cuatro o cinco horas, no lo recuerdo, y descendimos porque a las 17 horas habíamos vuelto a quedar con Roberto, que nos acompañaría de nuevo a Puebla. Comimos apresuradamente carne de avestruz y emprendimos un tortuoso viaje de vuelta. Primero en una combi repleta de gente y luego en dos autocares cuyo exagerado movimiento nos recordaba a una montaña rusa.

Los chicos de la Casa de Estudiantes Emiliano Zapata (CEEZ) ya nos estaban esperando. Nada más poner un pie en el albergue supimos el por qué el Gobierno los oprime, como ya nos habían contado Adrián y Roberto. Tres caras de tamaño mural, Marx, Engels y el Che, presidían el salón-comedor, junto a un tablón de anuncios con proclamas tipo “Ser estudiante y defensor de los derechos humanos no es sinónimo de terrorismo” o “Si estuviéramos vivos, levantaríamos los puños”.

Era tarde y ayudamos, en lo que nos dejaron, a preparar la cena. Después de unos ricos frijoles, comenzó la auténtica charla, a la que sólo asistimos tres de nosotras. ¿Cómo puede un Gobierno pensar que esa gente es peligrosa? Roberto, que todavía continuaba con nosotras, nos introdujo en el problema que estos estudiantes universitarios tienen desde hace años. “Piden solidaridad porque están hostigados por los líderes golpeadores de la universidad y por los policías”. Félix, Omar, Francisco. Luego se sumarían Luz, Edgar, Rebeca, Miguel, Isabel, Cecilia, Lucila. Así hasta un total de 15 jóvenes –ocho mujeres y siete hombres-.

Roberto nos explicó que no quieren vivir de las organizaciones mexicanas, pero sí aceptan dinero de organizaciones extranjeras que quieran luchar por los derechos humanos. “México necesita ser independiente y tener tecnología punta”. Nos habla del caso de los hermanos Cerezo y de que los estudiantes de este albergue han constituido el Comité de los Cerezo en Puebla. Pasamos rápidamente al tema que nos ocupaba en la casa: saber qué les está ocurriendo. El responsable del Cidh comenta que la mayoría de los que allí viven son de escasos recursos, casi todos de provincias de la zona de Sierra Negra, Sierra Oriental u Oaxaca. A los que tienen necesidad se les brinda la casa, pero el Gobierno quiere relegarlos. “Todos tenemos derecho a la educación gratuita, lo dice la Constitución”. Por ello, exigen al Gobierno que incremente el PIB que destina a investigación y educación. Sólo dedica el 0,8% del PIB cuando, según la ONU, debería ser el 7,8%.

FELIX toma la palabra: “No tenemos dinero para ir a un hotel, somos necesitados”.

OMAR, que tiene 19 años, lleva dos años en la casa y estudia Filosofía, nos comenta que en sus ratos libres alfabetiza gratuitamente a niños de comunidades en el mismo albergue. De ahí que una gran pizarra decore el salón. Todos de la casa participan activamente en las tareas. Nos cuenta que este movimiento se inicia en Cuba tras la revolución y se exporta a México, donde en los años 80 comienzan a surgir este tipo de casas. El fundador del albergue en el que estábamos fue Gumaro Amaro Rodríguez. Desde un principio su finalidad era que los jóvenes con pocos recursos recibieran una educación gratuita y pudieran vivir allí. La formación ideológica está presente: marxistas leninistas. “No sólo estudiamos una carrera, sino que nuestros conocimientos sirven para el desarrollo del pueblo”. “Antes el Gobierno nos daba subsidios, pero nos los retiró para debilitar el movimiento. Después de que asesinan a Gumaro todas sus organizaciones se fueron debilitando”. El último golpe mortal lo dieron en 1998, desalojando nueve casas de estudiantes. Esta es, de momento, la única que se mantiene en pie. El PRI paralelamente crea otras dos casas con el mismo concepto y para dar servicio a una necesidad. Mal subsisten, tan sólo solventan sus gastos. Ellos se tienen que costear todo, por eso trabajan. No sólo para cubrir sus gastos sino para los de toda la casa. “No sólo buscamos nuestro bienestar individual, también el colectivo”, comenta Omar.

LUZ dice que son muchos los trámites para que te concedan una beca en la universidad. Lo paradójico es que no se la conceden a los más necesitados, se lo dan por promedio de notas. Para Luz, “ellos, los ricos, lo tienen más fácil para obtener buenas calificaciones porque no tienen otra preocupación que estudiar”. “Nosotros”, añade, “no podemos dedicarnos 100% al estudio, tenemos que trabajar en restaurantes a media jornada, los fines de semana…” Viven en una gran casa de estudiantes con demasiadas incomodidades.

Tres son los requisitos para acceder al albergue: ser estudiante activo, de escasos recursos y tener el comprobante de inscripción en la universidad. Provienen de comunidades pequeñas y no pueden regresar a sus pueblos porque allí no hay trabajo. Antes las mujeres no estudiaban, ahora hay el mismo número de mujeres que de hombres. Algunas, sin embargo, dejan de estudiar muy jovencitas porque ‘se embarazan’.

Hay un examen de admisión, pero la universidad reduce el número de alumnos y se quedan muchos sin poder hacerlo. La capacidad de la universidad se ha reducido. Alude que no tiene dinero. Cada cuatrimestre cuesta siete pesos por crédito. En verano se pagan 14 pesos. El curso está dividido en tres periodos. Primavera (enero a mayo), verano (mayo a agosto) y otoño (agosto a diciembre).

Para OMAR sólo hay una razón: “El Gobierno quiere que aumente la matrícula de la universidad privada. Prefieren que optes por carreras capitalistas, tales como económicas o turismo, porque ya no se ofertan carreras como filosofía o ciencias sociales. Te dicen que si no pasas la prueba puedes ir a una privada”.

Casi al unísono manifiestan un mismo sentir. “Queremos que de una vez se frene ese hostigamiento que se ha emprendido desde la orden de desalojo. Pasan por aquí y preguntan el nombre de cada uno de nosotros y nos incitan a que nos vayamos”, algo que viene sucediendo desde hace dos meses (julio). Estos chicos de entre 17 y 23 años se sienten vigilados por la universidad.

La propietaria de la vivienda ha dicho que mientras vivan estudiantes no los pueden desalojar. El problema es que el proyecto que tienen es “diferente al del Gobierno, a su sistema capitalista. Les incomoda la formación del colectivo”, aseguran mientras manifiestan de forma enérgica que esta casa la llevan ocupan 24 años y que les va a resultar difícil recuperarla legalmente.

“Nuestros principios son diferentes a los de ahí afuera, están encaminados al socialismo. Todos cooperamos para las necesidades de la casa, no hay preferencias. Respeto hacia los compañeros, los valores, la sensibilidad hacia los problemas de los demás, porque fuera te hacen insensible a lo que pasa en España, en Venezuela…

LUZ, una muchacha de ojos limpios, sonrisa encantadora y verbo fácil, insiste en que la probabilidad del desalojo está ahí porque no quieren “una casa como ésta”. “No hemos podido pagar la contribución de la casa porque está registrada como individuo, no como colectivo”. Hubo un tiempo en que la casa estaba a nombre de la Universidad y, el Gobierno apoyaba estas casas, pagando el recibo de la luz y del agua. Ahora no.

Para Luz, en México la palabra democracia sólo figura como nombre porque “el voto está manipulado, sigue habiendo venta de votos”. En la sierra dan instrumentos, aperos de labranza, para comprar a la gente fácilmente. Una frase que he escuchado durante el viaje, y aquí también: México no está en la lista de país más corrupto porque pagó para no aparecer. Hay muchos luchadores sociales, pero los matan. Luz retoma el tema de los hermanos Cerezo porque ellos también eran estudiantes de la Universidad.

Después de esta larga conversación con chicos que, para nada, resultan sospechosos de ser peligrosos, nos fuimos, indignadas con esa injusticia a dormir a la habitación que había en la parte alta de la casa.

RESUMEN DEL CASO. El estado de Puebla está considerado, por las propias cifras oficiales, entre los primeros cuatro lugares en marginación en el país, teniendo el vergonzante primer lugar en mortalidad infantil y el tercer lugar en analfabetismo. La enorme desigualdad social que vive este Estado se reproduce también en la Universidad Autónoma de Puebla, en donde los estudiantes de las zonas más pobres no tienen acceso a una educación superior.

En este contexto surge la iniciativa de estudiantes universitarios de fundar espacios donde pudiesen vivir los jóvenes de los lugares más olvidados de este Estado que deseen seguir estudiando. Pasando, la Casa del Estudiante, a formar parte de una verdadera alternativa de estudios para aquellos hijos de obreros, campesinos e indígenas.

La Casa de Estudiantes Emiliano Zapata (CEEZ) fue fundada en 1980, con la función social de dar albergue a estudiantes de escasos recursos económicos, provenientes principalmente de las comunidades indígenas, que quieren continuar sus estudios en la Universidad y sus preparatorias. Sus principios están sustentados bajo la tesis de Universidad-pueblo, por ende, su carácter popular y de vinculación con las luchas del pueblo trabajador.

Durante estos 24 años, el proyecto de casa de estudiantes se ha mantenido gracias al esfuerzo y el apoyo solidario que han tenido por parte de otras organizaciones ‘hermanas’. Brindándoles su apoyo tanto económico como político. Al ser esta institución un proyecto independiente y autónomo de los partidos políticos y del Estado, y al promover siempre la defensa de la Universidad Pública y Gratuita, derecho garantizado por las leyes mexicanas y los acuerdos institucionales sobre derechos humanos; han sufrido la violación de sus garantías constitucionales. El caso más extremo fue el asesinato político de Gumaro Amaro Ramírez (1989), fundador del proyecto.

Las instancias gubernamentales y la rectoría de la universidad no han cesado en intimidar e intentar hacer que claudiquen y abandonen esta tarea de defender la educación pública. Fueron desalojados violentamente de cuatro casas de estudiantes en 1998, en donde se albergaban cientos de estudiantes universitarios. En esos desalojos se pretendió vincular a sus moradores con grupos armados, además de sembrar armas y material subversivo.

En la actualidad, la violación de sus derechos humanos se sucede de manera permanente. La amenaza de muerte, el hostigamiento, el extrañamiento a los miembros de la casa en sus respectivas escuelas, la vigilancia constante del albergue y la amenaza del desalojo violento.

Hoy en día, las CEEZ se mantienen económicamente por el trabajo remunerativo que los chavales desempeñan en sus horas libres y por el apoyo de ‘hermanos’ campesinos y obreros.

Por todo ello, solicitan la solidaridad a los organismos sociales, políticos, derechos humanos y personalidad progresivas tanto nacionales como internacionales, para denunciar las agresiones que sufren los estudiantes pobres de la Casa de Estudiantes Emiliano Zapata del estado de Puebla por parte del Gobierno de Estado (encabezado por el gobernador Melquíades Morales Flores) y de la Universidad Autónoma de Puebla (encabezada por el rector, Enrique Agüera Ibáñez, y el ex rector Enrique Doler Guerrero).

Piden también que se les brinde todo tipo de solidaridad y apoyo al albergue estudiantil para continuar abriendo las puertas a los estudiantes poblanos de escasos recursos económicos en un espacio desde donde puedan adquirir una formación cultural y científica que coadyuve al desarrollo y emancipación de los pueblos.
‘Por que la educación es un derecho y no un privilegio de clase’.
‘Por que ser estudiante no es sinónimo de terrorista’

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