Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

sábado, 4 de septiembre de 2004

Tras los pasos de los Aztecas

El segundo día de estancia en México fue plenamente turístico. En la parada de metro Indios Verdes tomamos un autocar que nos transportó hasta las pirámides de Teotihuacan; sí el mismo lugar idílico donde ahora EEUU quiere expandir su poder e instalar un gran centro comercial. Dos mariachis nos amenizaron el viaje con su acordeón y su guitarra, mientras en el exterior se sucedían las barriadas apiladas en las laderas de los cerros próximos a DF. Viviendas humildes, depósitos de agua en los tejados, banderas y más banderas mexicanas por todos los lados… Tomamos una ‘ronda de cuota’ y en pocos minutos llegamos a las pirámides. La primera que nos recibió fue la impresionante del Sol. Caminamos dos pasos y me llevé la sorpresa de que dos compañeros de profesión de Valladolid (José Luis y Rosa) estaban allí al pie de la mole de piedra. Entre risas entrecortadas y comentarios ascendimos los cientos de escaleras que nos separaban de la cumbre. La subida fue cansada, pero menos de lo que me pensaba viéndola desde abajo. Además los escalones eran mucho más cómodos y menos empinados que los que había visto antes en fotografías de Chiche Itza, en la Ribera Maya.

La visita a las pirámides nos llevó varias horas porque era mucho lo que ver y, sobre todo, mucho más lo que sentir. Vendedores de artesanía nos ‘asaltaban’ en busca de pesos, dólares o euros. Imposible subir a la pirámide de la Luna, menos impresionante que la anterior pero asentada en un entorno más armónico. Un guardia impedía el paso, supuestamente, porque estaban realizando excavaciones en el interior y la seguridad no era total. Al fin nos encontramos con los amigos con los que habíamos quedado el día anterior y nos fuimos a comer a la Gruta, una ‘turistada’ que bien merecía una visita.

Sobre las 19 horas regresamos a la Limeddh. El tequila de bienvenida llegó en ese momento, la plática con Adrián sobre nuestro viaje, el objetivo de él y los temas que nos íbamos a encontrar, también. Nos indicó que a los dos días saldríamos para Puebla y que conoceríamos la granja de avestruces, la misma que tan intrigadas nos tenía. Nos puso en antecedentes sobre Gabriel, el propietario de la granja, y de su habilidad para extraer todo de ese animal. Con el cascarón de los huevos hace todo tipo de artesanías, la carne la vende e incluso realiza aceites con su grasa. La idea con la que trabajan es rescatar el proyecto y tratar de implantarlo en otras regiones, a través de la búsqueda de alguien que apoye esa pequeña empresa. Su deseo es que funcione como una cooperativa en la Sierra de Zongolica y en las Huastecas. Nuestro objetivo sería, por tanto, ver si en las comunidades podría trasladarse ese proyecto u alguno similar. Siempre con la idea de que nosotras no podíamos comprometernos a nada que no pudiéramos cumplir.


Adrián nos aleccionó sobre las respuestas que tendríamos que dar durante todo el viaje si nos preguntaban por el objetivo de la brigada: “Venimos a conocer la otra cara de México. Una ONG de España, que colabora con la Limeddh, ofrece viajes a precios baratos para convivir con las comunidades, conocer su entorno, su belleza cultural, su forma de vida…”. Ese fue el mensaje. De lo que nos quería prevenir Adrián es que nosotras como turistas no podemos, por ley, inmiscuirnos en política. Hacerlo supondría correr el riesgo de la deportación. Cabría la posibilidad, como ocurrió en julio y en agosto, que nos encontráramos con periodistas “curiosos” muy interesados en conocer cuál era el objetivo que nuestra estancia y a ellos debíamos mentirlos de alguna forma. ¡Pobres periodistas!

Nuestra siguiente parada en Puebla sería la Casa de Estudiantes Emiliano Zapata de Puebla (CEEZ), una especie de albergue donde residen indígenas con bajos recursos. Es una verdadera alternativa de estudios para aquellos hijos de obreros, campesinos e indígenas que de otra manera no tendrían opción de estudiar. Sin embargo, como son “fuentes de concienciación”, el Estado les amenaza con desalojarlos. Es la última casa de estas características que queda en Puebla.

Con el presidente de la Limeddh hablamos de la contraconcepción forzosa. A las mujeres, según comentó, no les hacen estudios ginecológicos. De hecho, los médicos llegan a una comunidad las revisan y les aplican métodos anticonceptivos sin su consentimiento. “Algunas han muerto sin conocer que tuvieran colocado un DIU”. Y es que, como recordó Adrián Ramírez, el Gobierno se empeña en mentalizarles de que la familia chica es lo mejor, cuando lo que realmente están haciendo es un “genocidio”. “Quieren extinguir una raza”. A algunas las engañan con burdas artimañas: “Sí, te cuido al niño siempre que te pongas el DIU”. El problema es, en opinión de Adrián, que “lo cotidiano se cotidianiza y deja de ser relevante”.

Nuestra misión sería “visitar, escuchar y reflejar”. Escuchar a las mujeres, a los hombres, a los niños, y recoger sus denuncias, una vez que les insistiéramos, eso sí, en que la planificación familiar es una fórmula muy útil pero siempre que prevalezca su decisión sobre el número de hijos que desean. La red de monitores de derechos humanos que se está estableciendo, aún demasiado reducida y con muchas limitaciones, anota los datos de la denuncia y se lo comunica a la Limeddh, quien, como organización, puede investigar.

Conocimos de primera mano el contenido de los programas Progresa, Procampo, Procede, Oportunidades, planes que el Gobierno utiliza “para disgregar, para desunir, porque no todos los pobres lo reciben o no siempre la misma cuantía”. Adrián comentó que la política del Gobierno de Fox se podría definir como de “claros y oscuros”, pero si se suma lo bueno y lo malo “la balanza se desequilibra hacia lo malo”.

La consigna era clara. Primero recalcar sobre la importancia de la organización, después hablar de la bondad de que ellos, los indígenas, emprendan acciones en cooperativa, y promover y fomentar el trabajo de los monitores de derechos humanos. La defensa de la igualdad entre hombres y mujeres y el derecho a decidir libremente, sin coacciones, completarían los cinco pilares en los que deberíamos sustentar nuestras pláticas. Siempre tratando de hacer preguntas indirectas para que no se cohibieran y fueran realmente sinceros.

Concluida esta primera toma de contacto, las cinco, más Adrián padre y Adrián Carlos, nos fuimos en metro hasta el Zócalo. Por fin tendríamos la oportunidad de pisar el centro de DF. Septiembre es el mes patrio y los mexicanos, muy patrióticos ellos, estaban de fiesta. En el escenario que ocupaba la parte más próxima a la Catedral, un ‘galansote’ acaparaba la atención de los miles de mexicanos que, bajo paraguas, ocupaban toda la gran plaza. Rancheras y a bailar, que no todos los días se está en DF escuchando ese tipo de música y viendo como ellos se divierten. Había que integrarse.

La siguiente parada sería Garibaldi. Nos habían hablando mal de esa plaza porque el ambiente de las calles aledañas es, como dirían por allá, “un tanto pesado”. Pesado lo era. De hecho, si no nos hubiera acompañado Adrián, quizá nos habríamos dado la vuelta a mitad de camino. Por suerte continuamos porque la diversión estuvo garantizada, pese a la lluvia intermitente.

Los mariachis ofrecían sus servicios y la gente aceptaba por un módico precio que entonasen una canción a su madre, a su novia, a su marido… La lluvia se hizo más persistente y nos refugiamos en el templete central, donde escuchamos apretujados una decena de canciones, mientras unos niños, colocados por esnifar pegamento, intentaban acceder al lugar. La imagen me sobrecogió. La había visto en varios documentales y reportajes, pero verlo allí me entristeció. Lo peor fue presenciar el trato y el desprecio con el que les trataban algunas de las personas que borrachos se reían de ellos. Me vino a la mente en ese preciso momento las palabras de Adrián: “lo cotidiano se cotidianiza”. Qué lástima y qué dura realidad.

A la 1 de la madrugada me encontré, por fin, con Francis y el resto de la 'panda' con los que proseguí la fiesta. En el taxi de regreso a casa de Begoña y Jacobo fuimos seis personas más el conductor. Impensable en España.

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