Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

domingo, 5 de septiembre de 2004

Donde flota la 'tierra de las flores'

Xochimilco (tierra de flores) nos esperaba en este segundo día de turismo. De la parada de Refinería nos dirigimos a Trasqueña, la última de la línea azul, muy lejos, donde subimos en un tren ligero hasta ese pueblo característico por sus 180 kilómetros de canales y por el colorido que imponen las barcas (trajineras). Este es un lugar donde los mexicanos de DF celebran sus cumpleaños o donde pasan un día en familia. Pocos turistas nos encontramos, aunque para ser sincera no los vimos durante toda nuestra estancia en el país. Al poco encontramos el primer embarcadero y tomamos la trajinera Carmelita, adornada con papeles de colores en sustitución de las tradicionales flores.

1.000 embarcaciones estaban preparadas para ‘surcar’ los cinco kilómetros del canal principal, además de las que pertenecen a los pobladores de la zona. Atascos inverosímiles impedían avanzar más deprisa. Nuestro barquero, Ramón, nos iba explicando por dónde íbamos. A ambos lados de los canales existían casas edificadas con tierra y troncos, que sufrían las filtraciones por tener tan cerca los lagos. Hace muchos años, este lago debió estar unido con el Zócalo de DF; eso fue antes de que se desecara el casco histórico de la ciudad. El canal estaba en apariencia sucio, si bien el barquero nos aclaró que la suciedad visual se debía exclusivamente al lodo del fondo.

Durante las más de dos horas que duró el paseo tuvimos ocasión de que nos tocaran varias canciones unos mariachis, podríamos haber comprado flores, arbolitos, de todo. Por 225 pesos comimos las cinco sobre la embarcación, michote de cordero, marimbo…

Concluido el viaje nos dirigimos al museo de Dolores Olmedo Patiño, donde pudimos contemplar por primera vez la obra de Frida Kahlo y su marido Diego Rivera. De allí al Zócalo y vueltas por la ciudad. La Alameda, Bellas Artes, la plaza de la Revolución, el monumento a la República, el restaurante Sambor, donde Zapata desayunó una vez. A casa y a preparar el equipaje para irnos al día siguiente a Puebla.

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