Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

sábado, 11 de septiembre de 2004

De Xiliteco a 14 de Mayo

Esa noche tocó concierto de pavos. Ensordecedor. Me levanté sobre las 8 de la mañana y tuve la suerte de hablar por fin con Pedro antes de que llegase la hora del desayuno. Ese gran hombre, de 52 años, bigotillo y sonrisa perenne, habla con un sentimiento y un sentido del humor impropio de una persona que ha vivido en sus carnes la represión del Gobierno y que, pese a haber podido desligarse del movimiento, ha optado por luchar por los derechos de los demás, renunciar a parte de su vida, a su familia, y ahí está, dando la cara por lo que cree, por lo que siente. ¿No es encomiable?

PEDRO. Por fin la conversación prometida con Pedro. Conversamos en primer lugar sobre el Frente Democrático Liberal Emiliano Zapata. “No podemos avanzar de forma más acelerada porque nos faltan elementos que participen de forma constante. Es voluntario. No hay ningún privilegio, ni sueldo. Nosotros nos decidimos a participar a tiempo completo porque somos conscientes de que hay una necesidad de cambio.”. “Los luchadores sociales”, añadió, “nos vemos obligados a no vivir siempre en el mismo lugar; hoy en una comunidad mañana en otra, un día en un estado otro día en otro. Eso nos limita. No todos están dispuestos a cambiar de lugar de residencia e irse de sus pueblos. Nos falta gente”. Entonces, ¿cómo sobreviven? “Sobrevivimos a través de la solidaridad de organizaciones de voluntarios de la ciudad, sindicatos, ONG, de la misma comunidad, que nos apoyan de acuerdo con sus posibilidades”.

Su meta es inculcarles que no todo se hace por cuestión de la religión, que “hay que luchar”. Eso sí, Pedro y sus compañeros son conscientes de que no pueden meterse demasiado con la cuestión religiosa porque son católicos convencidos y “no pueden ver más allá”. “No podemos destruir sus creencias, eso les encabronaría”, aseguró Pedro, para quien “la iglesia a través de engaños ha manipulado históricamente a esta sociedad”.

Pedro pasó posteriormente a comentarnos muy sucintamente cómo tuvo lugar el movimiento de toma de tierras por parte de los indígenas. “Hace 30 años, en la década de los 60, unos compañeros comenzamos la lucha con pequeñas tomas de tierra y en ese mismo momento empezaron las matanzas. A medida que se tomaron las tierras, las sectas construían hospitales perfectamente acondicionados. “Nos organizamos y les echamos fuera. Traían proyectos para hacer zonas de gringos porque les interesaba esta zona petrolífera”. “Las curas nos alfabetizaban, nos hablaban de la política, pero nunca dejamos que se asentaran las sectas. Sólo en Chiapas lo lograron”, apunta. “Precisamente las últimas matanzas en Chiapas se han producido entre familias que integran distintas sectas, pero aquí no se permitió su entrada, porque esos mensajes de los gringos sólo dividían y debilitaban el movimiento”.

“Se produjeron asesinatos y emboscadas a partir de 1974. Toda la comunidad pertenecía a la familia Vadillo”. A partir de 1976 se empieza a formar un movimiento independiente liderado por los indígenas, pero sin dirigentes. “Desde entonces hay dos compañeros amenazados porque el Gobierno cree que son los dirigentes y por eso están en riesgo. Muchos se han unido al Gobierno porque les da dinero”. El Gobierno ofreció a Pedro 15 millones de pesos para acallarle. “No aceptamos el dinero, porque no queríamos lo que el Gobierno pretendía imponernos”. A 39 de ellos les costó la cárcel. Por no aceptar el dinero, les cargaron la muerte de una mujer de una región que ni siquiera conocían. “39 encarcelados por una bala”. Algunos llevan 19 años encarcelados en San Carlos de Veracruz. Pedro salió a los dos años y dos meses por un amparo, otros no lo lograron porque señalaban que en las declaraciones había contradicciones. Al principio las declaraciones decían que a los asesinos no se les pudo ver porque llevaban pasamontañas, pero, al parecer, la muerta al final “nos pudo ver”. El tema ahora está en la Comisión Interamericana de DDHH.

MALENA: “El amparo es el único recurso”. La abogada es Bárbara Zamora, uno de los pocos abogados que se atreve a defender este tipo de casos. Después de que se ‘suicidara de tres disparos’ la abogada Digna Ochoa, las cosas se complicaron y, además, los abogados ponen tarifas muy altas. Malena habla de la existencia de muchos caciques. “Concentrar el poder político, económico y militar les convierte en caciques y les permite jugar dobles papeles”. El movimiento social de la Huasteca se desarrolló en dos estados. Hidalgo se independizó y se reforzó más el plan de la organización en 1976. Según los datos que luego me aportaría Pedro, han sido más de 200 los campesinos muertos o desaparecidos desde entonces. También niños y mujeres.

Desgraciadamente la conversación fue interrumpida por la llegada de la hora del desayuno y me quedé con las ganas de que Pedro me contara su verdadera historia, su persecución y su vida en sí. Tras el desayuno nos fuimos a la iglesia, donde estaban celebrando una misa para agradecer a Dios que el agua en forma de lluvia había aparecido al fin; esa lluvia tan necesaria para que sus milpas y sus tierras se remojen a falta de agua de riego. Como en los pueblos españoles, los hombres permanecían sentados a las puertas de la iglesia. Las mujeres y los niños participaban en la misa de agradecimiento, llevando flores, poniendo velas clavadas en la tierra y atendiendo al cura.


En el exterior, el barrizal se había solidificado y era realmente difícil andar por esos caminos de acceso a la iglesia, con unas botas llenas de barro que parecían albarcas. En cambio, ellas, mis niñas, iban descalzas y se lavaban los pies en los innumerables charcos. Realmente era la mejor forma de andar, pero, claro, no me atreví. Briseida, acompañada por Julia, me llevó a que conociera a su madre, la misma que un día antes me había intentado vender unas servilletas que ella bordaba. Al poco comenzaría la asamblea con hombres y mujeres. No sabíamos en qué iba a consistir, pero allí estábamos las cuatro sentadas en un banco central en la iglesia a la espera de que la reunión diera comienzo. Pedro comenzó a hablar en náhuatl. En la grabadora quedó reflejado el sonido de esta lengua imposible de aprender. Luego tomaría la palabra el enérgico Adrián, quien les intentaba concienciar de la necesidad de denunciar todas las violaciones de derechos humanos a las que les somete el Gobierno.

ADRIAN RAMIREZ se dirige entonces a los vecinos de Xiliteco tras la misa. “Lo que se vive en Xiliteco nadie lo sabe. Necesitamos que alguien se comunique con la Coddhso o con la Limeddh para que se conozcan los casos que aquí ocurren. Por ejemplo, sepan que si el médico no pasa consulta, si les engañan diciendo que si no se operan no le da medicinas, o los profesores no vienen a clase, o no le dieron la beca del programa, lo pueden denunciar. Si no sabemos qué está pasando, no podremos nunca denunciarlo”.

Adrián habla ahora de la red de monitores que se está creando para que sean ellos los que anoten las denuncias y los que se las transmitan a las organizaciones de derechos humanos. El perfil ideal de los monitores es una persona joven y mujer, ya que cuando hay represión tienen “más posibilidades de sortear los controles militares”. Puso el ejemplo de la Sierra de Zongolica. “Cuando la represión era fuerte, Margarita logró saltarse los controles y bajar información hasta DF”, recordó Adrián quien matizó que, en cualquier caso, también “pueden ser hombres”. El objetivo final es que cada vez haya más voluntarios.

El monitor debe ser nombrado por la Comunidad pero él también tiene que desearlo. Sería mejor que supiera leer y escribir, que tenga actitud y memoria. El debe apuntar lo que está pasando y enviar los datos a la Liga Mexicana. Les aclara que el monitor no se va a enfrentar nunca con las autoridades, que esta labor le corresponde a Pedro o a él mismo. La misión del monitor será bajar a la ciudad, llamar por teléfono y explicar lo que está ocurriendo en Xiliteco. El monitor debe saber hacer fotos para recopilar cuantas más pruebas mejor. Yolanda de la Cruz, asistente de salud de Xiliteco, de 46 años y cinco hijos, toma la palabra y comenta en voz alta que en la comunidad “no hay pastillas para nada, sólo para contraconcepción”.

PEDRO, que había permanecido sentado mientras Adrián se dirigía a la gente, habla esta vez en castellano para que nosotras nos enterásemos. Quiere inculcarles el valor del trabajo en colectivo y el poder de la denuncia. “Usted que ha sentido el hambre, la miseria, que no ha dormido en una cama, debe ser gobernante; si no hay igualdad el problema no va a cambiar. ¡Prepárense, vienen problemas fuertes! Solamente unidos se puede lograr los objetivos. Queremos igualdad, justicia”.


Salimos de la reunión, que duró varias horas, con la sensación de que queda mucho por hacer para inculcar a estas gentes la necesidad de denunciar y quitarles el miedo a hacerlo. No nos enteramos de todos los mensajes, ya que Pedro se dirigía en náhualt, al fin y al cabo es el idioma que más dominan. Un grupo de mujeres, las mismas que los días anteriores, fueron las encargadas de prepararnos la comida. Comimos de nuevo en la cooperativa. Lo hice rápido para aprovechar las últimas horas jugando con las niñas que no me dejaban ni a sol ni a sombra. Las regalé mi pulsera y dos gomas de pelo y se mostraron muy agradecidas. ¡Qué alegría por tan poca cosa! Un último baño en el río nos permitió mitigar el calor sofocante. El agua fresquita fue todo un regalo. Una niña actuó de guardaespaldas mientras nos lavábamos en el riachuelo. Y es que allí la sensación de seguridad era total. No dábamos un paso sin que la gente de la comunidad supiera dónde estábamos. ¿Vigilancia?, no, seguridad. Rápidamente preparamos
nuestras mochilas porque nuestros minutos en Xiliteco ya estaban contados desgraciadamente. Los niños querían jugar y me resultó realmente difícil hacer las dos cosas a la vez.

Nos montamos nuevamente en el carro. Esta vez éramos 12 los que nos trasladábamos en el vehículo. La despedida me sobrecogió. Sería la última vez (estaba equivocada) que vería a esas personas y eso me entristeció. Muchos de los niños, entre ellos Julia, corrían al lado del carro mientras nosotros emprendíamos viaje. La carita de Julia era un poema. Nos íbamos a nuestra segunda comunidad: 14 de Mayo.

La carretera era un camino de grava sin prensar, un cortado intransitable por las últimas lluvias. Tanto, que el coche que conducía Adrián se quedó atascado en una subida. El barro hacía girar las ruedas sin cesar, pero tras unos desaconsejados intentos lo logró y los aplausos se sucedieron. Ninguno creíamos que lo conseguiría.

Tras una hora por caminos de difícil acceso llegamos a la Comunidad de 14 de Mayo y aparcamos en la encharcada pista de baloncesto. Empezaron las despedidas, algunas más emotivas que otras. A mí, concretamente, me dio mucha pena decir adiós a Pedro, no sólo porque se hubiera quedado una conversación sin concluir, sino porque la paz y la alegría que desprende, contagia. Y lo peor de todo, no volvimos a tener la oportunidad en los días próximos de conocer toda su historia sobrecogedora. Francisco fue el encargado de 'custodiarnos’ durante nuestra permanencia en 14 de Mayo.

Nos ofrecieron la escuela para dormir, pero como estábamos ya acostumbradas a hacerlo casi al aire libre, ese cobijo nos resultó poco cómodo. El calor agobiante de su interior y los panales de abejas que nos amenazaban junto a las ventanas nos hizo decantarnos por ‘tomar’ la galera, el lugar donde guardan la maquinaria para el campo que han comprado entre todos los vecinos. Estaba en un alto y eso nos hizo creer que los insectos serían menores. Allí los mosquitos son lo de menos: el relec hace su trabajo. Lo peor son otro tipo de bichos que caminan por el suelo –hormigas asesinas, cucarachas, arañitas- o vuelan a su antojo –polillas gigantes y animalitos para nosotras sin nombre-. Pero, en cualquier caso, las emociones del viaje, de las gentes y de las experiencias que íbamos interiorizando, minimizaban el efecto de los insectos, de las condiciones en las que dormíamos y de la dificultad para lavarse o utilizar las letrinas comunitarias.

Todavía quedaban unas pocas horas antes de que anocheciera y nos fuimos a dar un paseo con Francisco por el camino que llevaba al río para contemplar el bello y arbolado paisaje. Al llegar a una valla, supongo que la que marcaba las lindes del cacique, nos dimos la vuelta por la senda que estaba ‘bien’ encharcada. Aún nos dio tiempo a lavarnos en la pileta. Las mujeres nos sacaban los cubos (cubetas) del pozo para ayudarnos. Se reían mucho de nosotras porque demostrábamos lo inútiles que éramos para desempeñar las tareas que para ellas son tan habituales. Lavar la ropa en el río o en la pileta, hacer tortillas…

Llegó la hora de la cena y se volvió a repetir la misma película que vivimos en Xiliteco. Las mujeres nos traían comida, tortillas de maíz, en grandes cantidades. Más cantidad de la que nosotras podíamos asumir. Nos ‘custodió Francisco y otro hombre de la comunidad, pese a que insistimos en que no era necesario que durmieran con nosotras. Pero allí cualquier gesto de generosidad había que agradecérselo tal y como llegaba y nunca rechazarlo porque eso supondría un agravio. Pronto lo aprendimos. Noelia se durmió en seguida, el resto preferimos jugar al tute y escribir. * Esa noche nos tocó orquesta de burro y ronquidos. La mosquitera se movía para todos los lados y fue realmente complicado relajarse en aquel paraje, sin embargo, al fin, el cansancio ganó.

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