Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

viernes, 24 de septiembre de 2004

Mis amigas las tortugas


Con mucho sueño me dirigí junto a Mariví y Susana por la playa hasta donde habíamos quedado con los guías del viaje con tortugas. Olga y Noelia habían preferido aprovechar las últimas horas en la playita. Como las olas eran altas, la barca no pudo parar en San Agustinillo y vinieron a por nosotras para trasladarnos a Mazunte. Entre todos, seríamos unos 10 pasajeros, empujamos con gran esfuerzo la barca hasta la orilla del mar. Luis era el ‘tortuguero’, el que se lanzaría una y otra vez al agua cuando llegamos a alta mar para capturar tortugas. Al final cogió a una y todos nos lanzamos al agua para tocarlas y nadar con ellas. El tacto es impresionante, da mucho gusto, pese a mis reticencias iniciales. A una segunda tortuga la liberé cogiéndola del caparazón, introduciéndola la cabeza e impulsándola hacia abajo. Buceé con ella hasta que el aire me faltó. Qué gozada. Hay documentos gráficos que lo atestiguan, aunque creo que nunca llegarán a mis manos.

Arriba la caña no quería pescar. Que afortunada me sentía, poder disfrutar de lo mejor y de lo peor de México. Vimos delfines pero nos fueron muy esquivos. Nos dirigimos luego hasta la roca blanca, donde miles de pájaros depositan sus excrementos y el guano se vende.

Para concluir la larga excursión de casi tres horas de duración bajo un sol abrasador, y tras ver nuestro hotel, San Agustinillo, el antiguo matadero de tortugas y Mazunte, realizamos snorquel. Tuve la oportunidad de coger entre mis manos un pez globo y sentir su tacto. Era el paraíso, inmejorable entorno, buena compañía y experiencia única. ¡Qué más se podía pedir!
Antes de llegar a la playa de nuevo nos tiramos todos al mar y nadamos hasta la orilla. Volvimos a depositar con mucho esfuerzo la barca en la playa. Todo fue perfecto. El problema es que se nos hizo un poco tarde y Olga y Noelia estaban mitad preocupadas, mitad enfadadas, y con toda la razón. Les habíamos condicionado su estancia en San Agustinillo. Luis nos llevó en su destartalado coche hasta el hotel porque no teníamos dinero para pagarle las fotos. Quedamos en que nos las mandaba por correo ordinario a DF, pero nunca llegaron. El cajero más cercano estaba en Pochutla y algunas tuvimos problemas de liquidez, aunque otras sí que tenían.

Recogimos el equipaje, que previamente nos había hecho Olga y Noelia, y fuimos a comer para recuperar fuerzas. Después nos dirigimos en un colectivo hasta San Antonio (15 minutos), allí en medio de la carretera cogimos una camioneta que nos llevó en una hora hasta Puerto Escondido, una ciudad intermedia. Calles en cuadrícula, bastante suciedad y tiendas y puestos callejeros por todos los lados. Un taxi nos condujo a la playa, que es la zona de hoteles. Recorrimos parte de la calle peatonal hasta que nos decidimos por el Hotel Loren. De lujo en comparación con los sitios en los que habíamos estado, pero realmente muy normalito. Pequeña piscina, terraza con vistas al mar. Por fin había un cajero. Para cenar elegimos un restaurante español por aquello de comernos una tortilla de patata, pero la elección no fue muy acertada. Como en el resto del viaje, nadie quería tomarse una cervecita, así que a dormir.

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