Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

viernes, 3 de septiembre de 2004

Viaje al interior de México

Tres meses de preparativos, de ilusión y de nerviosismo. Ya había llegado la hora de emprender un viaje que se prometía inolvidable, como así fue. Sería mi primera incursión en eso de los viajes solidarios. Sodepaz me abrió los ojos y me dio la oportunidad de viajar de una forma más auténtica. El turismo, para mí, ya no será nunca igual. Engancha.

A las 22.30 del jueves 2 de septiembre ahí estábamos, cinco chicas (Susana, Noelia, Mariví, Olga y yo), compartiendo en el aeropuerto de Barajas la emoción por lo que se avecinaba. Por delante, 12 horas de vuelo para conocernos y, por qué no, para dormir. Pisamos suelo mexicano a las 6.30 de la mañana hora mexicana, a las 14.30 hora española. Después de pasar por emigración, sellar el pasaporte, recoger un papelito que habría que entregar a la salida del país y traspasar el pertinente control con luz verde y roja, conocimos a Jesús, un hermano de Adrián, que llevaba ya horas esperando nuestro aterrizaje. En su pequeño coche no cabíamos, así que tres de nosotras cogimos un taxi (180 pesos) y tomamos rumbo a la sede de la Limeddh, en la avenida Azcapozalco 275. Colonia Clavería. Como Distrito Federal es inabarcable, los taxistas están materialmente incapacitados para conocer cada una de las calles de una ciudad donde viven más de 20 millones de habitantes, distribuidos en casas bajas que hacen que su extensión resulte aún más exagerada. Tuvimos que ser nosotras, con las indicaciones que antes habíamos anotado, las que dirigiéramos al conductor. ¡Cómo si fuera tan fácil orientarse en una ciudad desconocida y cómo si resultara sencillo, de primeras, los nombres de las cosas! Demasiadas palabras tienen juntas las consonantes TL, de difícil pronunciación.

Mi primer recuerdo de DF fue la contaminación brutal que tienen que sufrir a diario sus habitantes. Se respiraba humo y, más con el atasco que nos recibió la ciudad. No en vano, cerca de 10 millones de vehículos sortean cada día las calles de esta ciudad, de los que 150.000 son taxis autorizados y otros tanto se les puede considerar ‘piratas’ (los escarabajos que no llevan un raya verde pintada en la matrícula). El viaje en uno de esos taxis blancos y amarillos fue largo, pero pronto nos acostumbraríamos a esas distancias descomunales. Al llegar a la Limeddh, Adrián Ramírez, su presidente, y Malena, la mujer de éste, nos recibieron de forma muy afectiva y cariñosa. Sin embargo, ellos tenían una reunión en la sede de la Comisión nacional de los Derechos de los Indígenas (CDNH) y sus prisas impidieron que el recibimiento fuera más sosegado.

Ellos se fueron y, tras las pertinentes llamadas a casa para decir que el viaje había salido perfecto, nos dirigimos en metro a la Comisión, en Barranca del Muerto, donde habíamos quedado con Adrián y Malena a las 12.30 horas. El metro resultó ser un medio de transporte muy rápido y aparentemente seguro, además de barato (dos pesos), bien radiado y muy cómodo de entender.

Asistimos como oyentes a la reunión sobre la Ley de Amnistía y nos pudimos ya imbuir de los problemas, graves, a los que se enfrentan los indígenas. Y es que los indios mexicanos son los grandes perdedores de una subasta de privilegios en la que nunca participaron. Esa frase se me vino a la cabeza nada más comenzar a hablar el responsable de la Comisión. Inició su intervención explicando lo qué entiende por amnistía: Un acto legislativo que olvida uno o varios actos delictivos, extingue las acciones penales y las sanciones impuestas. Implica perdón y borra toda huella jurídica del delito. Es una medida de gracia. Si el perdón es total queda libre de toda responsabilidad, si por el contrario el perdón es parcial se suspenden las consecuencias.

Adrián intentó en su primera intervención que la Comisión reconociera que la amnistía no es un perdón, sino un olvido penal. A continuación se explicó la diferencia entre amnistía e indulto. La primera la decreta el Legislativo para todo un colectivo, mientras que el indulto es un acto que corresponde al Ejecutivo y se otorga a título individual.

Empezaron entonces a enzarzarse sobre si el Gobierno tenía o no voluntad política de legislar la ley de Amnistía, algo que dudó Adrián, pese a que el responsable del CDNI aseguraba no estar en contra de la ley, pero sí de la redacción del texto que había propuesto la Limeddh por considerarla “demasiado abierta y generalizada, lo que podría beneficiar a indígenas y a no indígenas. La respuesta del presidente de la Liga Mexicana fue concisa: “Nosotros trabajamos con personas que tienen mucha dignidad. No queremos ir en contra de las instituciones, pero sí a favor de las personas”. El máximo responsable de la Limeddh, que solicitó al Gobierno un censo de los presos que podrían acogerse a la Ley de Amnistía, señaló en voz alta un secreto a voces entre los asistentes –pertenecientes a organizaciones de indígenas de todo el país- “a los indios se les crean delitos y bajo torturas les sacan verdades que son mentiras. Hay cientos de detenidos y habrá que revisar todos los casos”. Adrián concluyó con una frase elocuente: “Justicia que llega tarde no es justicia”. Una frase que retumbó entre un auditorio reducido, pero que debió pasar inadvertido para el representante del Gobierno, que en esos momentos abandonaba la reunión. “Estamos con ustedes, pero no podemos hacer nada más”, respondió, esta vez con un tono más condescendiente una de las responsables de la Comisión Nacional de los Derechos de los Indígenas

Bueno realmente la reunión fue toda una clase teórica de derecho, con unos conceptos que no controlo y mucho menos después de haber mal dormido en el avión. Quizá sea mejor que no transcriba alguna de las notas que en su momento escribí para no liar. Lo que sí me quedó claro es el compromiso del Gobierno de que cinco de los presos de Loxichas salgan de la cárcel de Oaxaca antes de que finalice 2004 ¿Será verdad? Lo dudo.

Nos sobrecogieron las palabras de impotencia que Juan Sousa, un ex preso de Loxichas, dirigió ante los asistentes. Demasiada rabia contenida. Ese hombre, de bigote cuidado y aspecto impecable, fue detenido el 15 de julio de 1999 en Oaxaca “por elementos policíacos que no se identificaron”, Sin mostrar ninguna orden judicial fue “violentamente” conducido a una cárcel clandestina y sometido “durante 25 días a torturas físicas y psicológicas” para obligarle a que se declarara culpable de participar en hechos relacionados con el EPR (Ejército Popular Revolucionario). Pero era totalmente ajeno. Fue obligado a firmar y poner sus huellas digitales en “cientos de hojas”. Eso sólo fue un avance. Días después tuvimos oportunidad de hablar largo y tendido de su situación y de la de los presos de Loxichas que aún siguen en el penal.

También participó Jessica, la responsable de la Limeddh en Oaxaca, una joven mujer con las ideas muy claras y con fuerza para desarrollarlas y defenderlas delante de quien sea. Es abogada y está volcada de forma desinteresada en el caso de los presos de Loxichas.

Impotencia, rabia, desesperación. Cómo no sentir todas esas sensaciones cuando se ve que los políticos, engominados y trajeados, tratan con indiferencia y burla unos problemas que están condicionando la vida de miles de indígenas y les están abocando al subdesarrollo en un país hipotéticamente democrático y desarrollado que se codea con sus ‘amigos’ los americanos como si realmente el juego fuera igualitario. Regresamos a la sede de la Limeddh pasadas las cuatro de la tarde. A esa hora comimos, charlamos un poco con Adrián y Malena, y me fui a casa de Begoña, una amiga mía de la etapa universitaria que lleva desde hace dos años viviendo en DF. Tendría, además, allí la oportunidad de ver por fin a mi amigo Francis y a su mujer, que se han pasado dos años viviendo en Guatemala y a los que no veía desde su boda

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