Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

domingo, 12 de septiembre de 2004

Un día de ilusión

Nos levantamos sobre las 8 de la mañana con el cuerpo un tanto dolorido porque las noches en el suelo iban pesando un poquito. Después de desayunar, teníamos reunión con los chavales de 14 de Mayo. Aquí sí que ha funcionado la contraconcepción forzosa y son muy pocos los jóvenes que siguen viviendo en el pueblo. A diferencia de Xiliteco, no hay niños, algo que nos sorprendió tanto como sobrecogió. Acudieron al encuentro, a las 10.00 horas, menos de 20 chavales-adolescentes que estudian en su mayoría Secundaria. Primero fue Edgar, un joven universitario de Económicas, el que intentó que los jóvenes se unan y encabecen programas sobre el campo o cualquier otro que les haga partícipes del devenir de su comunidad. No hubo forma, no sé si porque nuestra presencia les cohibía o porque han perdido la capacidad para organizarse.

Nuestro objetivo era hacer una campaña de concienciación sobre los derechos humanos, pero nos dimos cuenta de que la desinformación es total. Edgar y Leticia fueron los que más participaron en la charla, que inició Francisco, comentándoles el programa de Codhhso y las fórmulas que tienen para denunciar la violación de derechos humanos.

A las 13 horas concluyó la charla y nos fuimos con Francisco hacia el río por un camino a pleno sol. Fue una sorpresa muy agradable porque era más de lo que nos podíamos esperar. Un río caudaloso, ancho y con una fuerte corriente. Todo un pequeño paraíso. Con qué poco se puede uno sorprender y sentir afortunado cuando se palpan, aunque sea momentáneamente, las carencias más absolutas. Nos dimos un baño reparador, el mejor con diferencia desde que llegamos a la Huasteca. No nos hubiéramos ido nunca de ese río si no fuera porque Francisco insistió en que era la hora de comer.

Llegamos de nuevo, bajo un sol aplastante, a la galera. Nos encontramos con las tortillas preparadas y todas nuestras cosas tiradas por el suelo. Los esqueléticos perros, en nuestra ausencia, se habían dado un festín a base de queso de Philadelphia y las galletas que compramos en la tienda como complemento a la comida que nos ofrecen. No porque la cantidad fuera poca, bien al contrario, sino porque el picante nos impedía saborear las tortillas. Y eso que nos cocinaban con poco chile por indicación nuestra.

Unas nos quedamos escribiendo, mientras otras se fueron a la pileta a leer y a bañarse. Aproveché para darme una vuelta por la comunidad, hacer fotos y hablar con las pocas personas que me iba encontrando por el pueblo. La tienda cooperativa de la comunidad estaba enfrente. Era una tienda minúscula, con insignificantes víveres que adquirir y con una mujer que no sabía contar. Las mujeres se reparten cada cierto tiempo a quién le toca ocuparse de la tienda o del molino y es fácil encontrarse que algunas de ellas no saben ni sumar, ni leer, ni escribir. Luego, todos juntos, nos dimos una vuelta y ‘platicamos’ con una mujer a la puerta de su vivienda, junto a la iglesia que ésta si tenía ya las puertas y ventanas preparadas para ser colocadas. * Se nos hizo de noche mientras hablábamos y, como las calles no tienen luz, tuvimos que regresar a la galera a tientas. Han solicitado insistentemente al Gobierno que les coloque la iluminación, pero hasta el momento ha hecho caso omiso. Tampoco tienen agua ‘entubada’, como en
ninguna de las comunidades que visitamos. Edgar, el estudiante universitario, jugaba a baloncesto con otros amigos a oscuras. La inexistencia de luz impide hacer vida en la comunidad cuando cae la noche.

Edgar nos comentó su odisea para ir todos los días a estudiar. Va andando por el río a coger el autocar. Sale de casa a las 11 y llega a la escuela a las 12.45 horas. Regresa a casa a las 19 horas. Como aquí ya no hay escuela –por falta de alumnos- los pocos estudiantes de Primaria tienen que ir a Tepetzintla. Los de Secundaria, al Lindero. Nos habla del albergue de estudiantes. Vivían allí de lunes a viernes, les daban buena formación “pero resultaba muy duro”. Se levantaban a las 5 de la mañana y tenían que hacer de amas de casa, ir a la escuela y chapolear (cortar la hierba). “Era mucho trabajo”, se quejaba Edgar recordando sus años en aquel albergue, que no les costaba ni un peso porque lo suplían con el trabajo. Ahora, el albergue “ha crecido y mejorado, y ya no son tan estrictos”.

Esperamos en la galera a que llegaran las autoridades de 14 de mayo, pero no lo hicieron porque se les complicó una reunión que tenían en Huautla. Sí pudimos hablar con Fabián, un vecino de Tepetzintla –la comunidad que visitaríamos al día siguiente- y uno de los pocos monitores de derechos humanos que se han sumado al proyecto de Coddhso para poner en conocimiento de las organizaciones todas las violaciones de derechos humanos que se producen en sus comunidades. El nos habló de la práctica “generalizada y abusiva” de la contraconcepción forzosa y de los estragos que está originando en la comunidad y en las familias. También tuvimos ocasión de platicar con Francisco, ese hombre encantador que se desvivió por hacernos la estancia más cómoda, preocupado constantemente porque no nos faltara de nada.

FABIAN el monitor de DDHH de Tepetzintla, se había acercado hasta 14 de Mayo para ponerse de acuerdo con nosotras sobre la hora en la que llegaríamos al día siguiente a su comunidad y cómo íbamos a ir. Aprovechamos para conocer su opinión sobre la contraconcepción y la situación de la zona y nos comentó que “en las clínicas les imponen muchos métodos anticonceptivos, pero la gente tiene que saber que hay documentos para denunciar”. La utilización de métodos genera problemas en las parejas. “La planificación nos ha perjudicado mucho porque no hay niños. Todavía las mujeres no se han atrevido a denunciar. El problema es que el miedo les paraliza. En la clínica les dicen que si no se planifican les quitan las ayudas. En teoría no es forzoso, pero en la práctica, sí. Deben saber que cada quien tiene derecho a construir su familia y no el médico, ni el Gobierno. Antes no había apoyos y nos criaban. ¿No se da cuenta el médico que si no hay niños su trabajo va a desaparecer en pocos años?” Comenta que antes esa labor de concienciación la hacían los profesores, que “eran utilizados para planificar”. Sugiere que “quizá los médicos reciban incentivos”. Su labor, por tanto, es hacer ver a las mujeres y a los hombres que pueden consultar con los monitores de derechos humanos si el doctor les regaña. Ellos serán los encargados de transmitir la denuncia a Coddhso o a la Limeddh.

También se acerca el delegado del municipio de Tepetzintla. El nos comenta que las autoridades “les dicen que es obligatorio la planificación, cuando realmente debería ser un tema que sólo compete a la familia. Si no planifican, les quitan las ayudas, es una amenaza constante. Les ponen el dispositivo sin consentimiento del marido y eso crea problemas en la pareja”.

FRANCISCO, que por primera vez nos habla de la contraconcepción, aclara que hace cuatro o cinco años, quizá más, que se está practicando. “Aunque el derecho ya existía, nadie se encargaba de defenderlo. Ha habido algunas denuncias, como el caso de una señora que hace tres años llegó al hospital de Huautla y le dijeron que tenía que ponerse el DIU o la operaban. Se negó a ambas cosas y hubo que tramitar una denuncia porque realmente le retiraron las ayudas. Coddhso y la Limeddh hicieron las pertinentes pesquisas y al final pudo recuperar las ayudas. Con el Plan Oportunidades les conceden 350 pesos al mes para la familia. Si vive sola con sus hijos 150 pesos, pero “no se lo dan a todas” y “muchas veces se retrasan o no llegan”.

Despedida y de nuevo a las mosquiteras. Nuestro ‘escolta’ esta noche fue otro señor diferente. El ruido característico de los sapos fue nuestra orquesta particular durante horas y horas.

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