Viajar, viajar y viajar

Viajar, viajar y viajar. Si compartes esta pasión, aquí hay una muestra de algunos de esos rincones que aparecen en las guías de viajes, pero también de otros que se muestran ocultos a nuestros ojos. Bienvenido...

lunes, 20 de septiembre de 2004

Pura Oaxaca

Nos levantamos pronto porque íbamos a ver las ruinas de Monte Albán, a diez kilómetros de Oaxaca. Leonor y Dulce se vinieron con nosotras. El guía era pésimo y estropeó bastante la visita a unas ruinas ubicadas en un paraje montañoso de gran belleza, desde el que podía contemplarse a lo lejos la ideal y colonial ciudad de Oaxaca. Las ruinas en sí son menos espectaculares que las de Teotihuacan de DF, pero la vegetación y el dibujo de las montañas merecen la pena. De los zapotecos supimos de sus dentaduras, de sus piercings, pero poco o nada de la mitología, ni de sus costumbres, ni siquiera de las construcciones que estaban dispuestas en la gran plaza. Terminamos algo asqueadas del guía tras haber pagado 30 pesos por entrar.

Bajamos a la ciudad y paseamos por una cooperativa de mujeres artesanas donde realizamos más compras y nos trasladamos a otra próxima, mucho más colorida. Algunas nos adelantamos para ver rápido la ciudad y, en especial, la iglesia de Santo Domingo, cuyo interior está todo recubierto con láminas de oro. Una ostentación innecesaria.

Fuimos de una tienda a otra, cargándonos de regalos, mientras recorríamos la ciudad. En la oficina de turismo nos informamos sobre los lugares que más merecían la pena visitar en nuestra última semana. Cenamos en una cantina mexicana y el camarero nos indicó varias direcciones para dormir en las zonas de playas a la que iríamos los días siguientes. En la calle hacía frío y sólo dos de nosotras fuimos a por los billetes del día siguiente para Pochutla. Nos tuvimos que enfrentar a la marabunta que se abría tras el silencio de las calles del centro de la ciudad. Salimos de la paz del casco histórico y nos encontramos cientos de coches y autobuses contaminantes, pitidos y caos. Fue como pasar en un instante del paraíso al infierno, por eso nos sorprendió tanto. Sorteamos los puestos callejeros de comida que se disponían en un lado de la calle y logramos entrar en la estación. Suciedad, pobreza, gente durmiendo en el suelo. La compañía que teníamos que coger al día siguiente no operaba ese día, por lo que tendríamos que volver a la terminal. Resignadas, regresamos al albergue. Otra buena noche en esa habitación del albergue, en compañía de nuestra familia ‘adoptiva’.

No hay comentarios: